Las nubes se
desgarran en jirones, recortadas en un cielo oscuro y perverso, iluminadas por una
luz de una Luna Llena que dota a la escena de una magia especial.
Bajo el
cielo, un claro se abre en el bosque . Una laguna de aguas negrísimas, rodeada
de sauces que lloran sus ramas hacia las aguas, con el suelo alfombrado de
césped tupido y hojas secas. No se advierten más colores que el plata, el negro
y el gris porque esa Luna lo llena todo con su magia.
Tendida en
la alfombra plateada que por la mañana será verde y estará cubierta de rocío,
yace dormida una mujer joven, de pelo desordenado que podría tener cualquier
color, tez pálida, labios carnosos y largas pestañas. Nosotros, observadores en
la sombra, sabemos que su sueño es extrañamente tranquilo, demasiado dulce. Si
no es porque su pecho sube y baja, pensaríamos que la Parca acaba de pasar a
visitarla.
De pronto
surge una brisa suave que arrastra un pequeño montón de hojas por el suelo. Un
gorrioncillo se posa en las ramas de un sauce llorón cuyas ramas beben
directamente de la laguna. El gorrión mira a la muchacha con curiosidad y emite
un gorjeo de felicidad al tiempo que baja planeando hasta el mismo borde de la
laguna. Se inclina a beber.
- Se te ve
contenta esta noche, Gorrioncillo – dice una voz cálida que surge de las
profundidades mismas del tronco del sauce.
- Lo estoy – dice el Gorrión, gorjeando de
nuevo de felicidad -. Ha sido una mañana agotadora pero lo hemos pasado bien.
- Espero que
seas consciente de que a Ella no le va a gustar.
Del tronco
surge una pata, seguida de otras siete, todas plateadas, peludas y brillantes a
la luz de la luna. Una enorme araña surge del tronco y se sacude con elegancia.
Nuestra
vista se posa de nuevo en el gorrión, que ya no es un gorrión, si no un hermoso
espectro con forma de niña. El pelo blanco le cae en graciosas ondas por los
hombros y las telas que la cubren son vaporosas, blancas también, con flecos, o
quizás sean jirones, cayendo a lo largo de las mangas. La niña-gorrión hace un
mohín:
- Haga lo
que haga, a Ella nunca le gusta así que, ¿por qué razón iba a privarme de
alegrar el cuerpo de la Protegida?
- Porque sé
que sabes que en el fondo, haces mal. El mundo mortal es diferente al nuestro.
Se rige por normas y deberías respetarlas – dice la Araña.
Sin embargo,
la araña ya no es una araña. Es una mujer joven, de edad indeterminada. Podría
tener 30, podría tener más o menos, pero no es eso lo importante. Es muy
delgada, de piernas largas y frágiles y está sentada grácilmente en un hueco
del tronco. Se cubre con una tela gris claro, que le tapa hasta un poco por
debajo de la cadera. Baja de un salto y camina con pasos largos y delicados por
la alfombra vegetal hasta la mujer que yace dormida. La contempla con ternura y
se vuelve hacia el Gorrión.
- Esta vez
la has dejado agotada. Vas a tener que explicar muchas cosas – la niña intenta
replicar pero la Araña la calla con un gesto.- Espera a que vengan las otras,
pequeña.
Hay un
movimiento en la copa del sauce y un gato negrísimo de ojos amarillos baja de
un salto y contempla a las dos mujeres. En dos saltos está junto a la muchacha
dormida. Resopla. Ante nuestros ojos ya no hay un gato si no una mujer pantera
de pelo liso, negro, un curioso tatuaje rayado alrededor de los ojos y con una
túnica de tela negra, ligeramente transparente, vaporosa que deja al
descubierto una espalda blanquísima y arqueada. El rostro no deja lugar a
dudas. Está enfadada. Muy enfadada.
- ¿Qué has
hecho esta vez?- la voz es seca y dura y restalla en la noche como un látigo.
- Relájate,
Gatita – gorjea divertida la niña gorrión.- Solo he pasado la tarde con ella y
la he liberado de sus miedos.
- Ella no
tiene miedos, estúpida. Ella necesita tranquilidad y protección. No necesita
que aparezcas cada poco tiempo a trastocar su mundo. Nuestro mundo.
- Ella es
tan tuya como mía- protesta el Gorrión sacudiendo la cabeza y dándole la
espalda.
- Yo estuve
a su lado cuando las fuerzas le fallaban. Yo evité su destrucción. Yo la volví
fuerte, la volví dura, la enseñé a defenderse con uñas y dientes….
- ¡La
encerraste en una coraza de la que no la dejas escapar!- chilló el Gorrión
volviéndose hacia la Gata.
- Te mataría
ahora mismo si….
- Si no
estuviera yo aquí – interviene la Araña, saliendo del segundo plano en el que
la habíamos dejado. El Gorrión blanco y la Gata negra ahora están en dos
vértices de un triángulo que completa una Araña gris. – El caso es que estoy y
no voy a permitirte que la maltrates, Gatita. Tu fuerza viene del fuego y sé lo
complicado que te resulta dominarte pero debes hacerlo. Tienes que aprender a
tejer una red de paciencia.
- Tu red de
paciencia hace que estemos a punto de perderla. Solo he descansado unos
segundos y mira como está. Parece muerta.
- Mi red de
paciencia la protege tanto como tus garras. Yo le he dado mano izquierda y le
enseñé a mirar a las personas desde un prisma de colores.
- Y tú te
dedicas a espantar a todas esas personas que parecen tan interesantes- protesta
el Gorrión-. Yo le doy vida. Le doto de libertad y le permito respirar aire
puro de vez en cuando.
-¡Y para
cuando terminas con ella y desapareces quedo yo, siempre a su lado, fiel como
solo puede serlo un gato con su humano! ¡Quedo sola para recoger sus pedazos y
unirlos me cuesta la vida!
- No puedes
pedirle a un pájaro que se quede eternamente. Soy la Libertad y como tal debo
volar y visitar a otros- y la niña gorrión se vuelve hacia la laguna y estudia
con interés la superficie, superficie que ha empezado a ondear al ritmo del
viento al tiempo que las nubes echas trizas intentan tapar la luminosidad de la
Luna.
Surge del
agua una serpiente oscura, empapada y majestuosa. Cuando pisa la orilla ya no
es una serpiente. Es otra mujer adulta, empapada, con ropajes negros pegados al
cuerpo y una capucha chorreante que solo permite ver la parte inferior de su
rostro pálido. El cuarto espectro se une al corro fantasmal y les sonríe sin
ojos.
- Habéis
empezado sin mí.
- Sabes
perfectamente que han sido ellas las que han empezado la pelea – dice con
suavidad la Araña de entre cuyos dedos empieza a intuirse una red de Paciencia.
- Está
agotada – observa la Serpiente con un movimiento de cabeza hacia la joven dormida
sin moverse de la orilla.
- La ha
dejado al borde del colapso- bufa la Gata con aspereza mirando con ojos sin
pupila a la niña gorrión, que ha empezado a
juguetear con las ramas tristes del sauce llorón.
- Quizás
aflojando un poco tu garra, ella no necesitara tan a menudo las juergas del Gorrión-
observa la Serpiente al tiempo que la Araña asiente con la cabeza.
- ¡Sin mi
Fuerza está perdida!
- Ella no es
solo fuerza. Ella recibió la protección de las cuatro por un motivo. No eres la
única que cuida de ella. Yo soy su Inteligencia y tendrás que reconocer que no
nos ha ido tan mal.
- ¡Nunca
dije que tú fueras el problema! ¡El problema es esta niña alocada que hace lo
que le da la gana sin pensar! ¡Nos anula a las tres a base de mohines y
promesas de libertad que nunca llegan!-
La Gata está
crispada y acusa con un dedo blanquísimo a la niña vaporosa. Pero la niña ya no
está allí. Está junto a la mujer que yace en el suelo. Y el espectro infantil
proyecta ante los otros fantasmas imágenes de esa mujer cuando se encuentra
bajo su protección. Y son imágenes de felicidad y de alegría, de alboroto, de
despreocupación, de Felicidad en lo más puro del término. Porque la mujer que
yace en el suelo es libre gracias a la presencia caótica del Gorrión espectral
que revolotea junto a su cabeza y en el que ni siquiera repara.
Y la Araña
proyecta las imágenes de la mujer que yace en el suelo cuando se encuentra
sobre su red. Y es una red de Sueños. La Gata ve a la mujer durmiente rodeada
de personas, más o menos felices, más o menos adultas. Todas interesantes,
todas diferentes. Todas aportan algo a esa mujer capaz de relacionarse con la
Vida y con la Muerte sin llegar a tocar nunca a ninguna de las dos porque una
red de seguridad tejida con Paciencia le rodea. Y de esa red pende una Araña
espectral en la que la mujer no repara.
Es el turno
de la Serpiente, que muestra a la Gata como su abrazo aprieta sin ahogar. Le
muestra la Responsabilidad, la Inteligencia, la Sed de conocimientos. La Gata
ve a su protegida sumergida en un libro, expectante ante una pantalla,
emocionada ante unas tablas, sola o acompañada. Siempre feliz, rodeada por la
figura espectral de una Serpiente en la que no repara.
Y las tres
proyectan una imagen a la Gata. La imagen de una niña en una caja de cartón. Y
la Gata no puede más y se derrumba, al ver a su protegida disfrutar de la vida
que se le negó al Gorrión, y a la Araña y a la Serpiente y a ella misma durante
mucho tiempo.
La Gata
proyecta a la mujer cuando está con ella. Y la ve recelosa, emanando negrura
hacia personas malvadas, situaciones peligrosas. Los Peligros son evitados
caminando por el borde de un precipicio, con agilidad felina, con dureza y
sensualidad. La mujer no duda en atacar si ve en peligro su propia existencia.
Sin embargo, se deja a gente buena en la cuneta, mientras huye arroja al
precipicio situaciones que ya nunca volverán. Se ha salvado, si, pero a un
precio elevado, acompañada por un gato espectral en el que ni siquiera repara.
Entonces la Gata
proyecta su propia imagen y repara en que la niña es ella, no el Gorrión. Se
acerca a la mujer que duerme bajo la atenta mirada de las otras tres
apariciones que la completan y frota con ternura su mejilla contra la de la
mujer que duerme. Y vuelve a transformarse en un gato y se enrosca junto al
corazón de su protegida, que ya no es una niña e insufla Fuego, Pasión y Fuerza
a la mujer.
El Gorrión
sonríe y se fusiona en el estómago, dejando a su paso un cosquilleo con textura
de mariposas y una sonrisa suave en el rostro relajado de la mujer.
La Araña
sonríe a la Serpiente y se despide hasta el próximo solsticio. Y teje un anillo
de ternura alrededor de las muñecas de su Protegida, acurrucándose justo al
lado del latido del pulso.
La Serpiente
se gira hacia la laguna y busca la Luna con ojos tristes. El Amanecer está a
punto de llegar. Por un momento parece que nos mira, con ojos tristes e
infinitos que no vemos porque la capucha los esconde de nuestras miradas
indiscretas. Se acerca a la mujer dormida y se enrosca alrededor de su frente.
Sale el Sol,
desaparece la Luna y las nubes se deshacen ante la luz. El rocío cubre la
hierba, ahora verde. Ha desaparecido la magia de la noche. La mujer abre los
ojos. Está en su cama. Se incorpora. Tiene el pelo húmedo y mariposas en el
estómago. Las acalla. Algo ha cambiado. Ahora arde un fuego suave y cálido en
su corazón.
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Adam Hughes |